Una gran fiesta de la Iglesia. Un momento 
“de alegria”, en que “la Iglesia se ha reunido en torno al Papa” para 
manifestarle “el propio afecto”. “En las grandes perplejidades de nuestro 
tiempo, él es la columna que sostiene. Lo hace con sencillez, sin fracaso”. El 
cardenal George Cottier, que cumplirá noventa años en abril, por casi veinte 
años teólogo de la Casa Pontificia, habla de los cuatro días del cuarto 
Consistorio de Benedicto XVI. Que han confirmado, dice con un ojo – desencantado 
- dirigido a las polémicas de las últimas semanas, que “su principal 
preocupación es que los cristianos vuelvan a los temas centrales de la 
fe”. 
¿Cómo ha visto al Papa en estos 
días?
Me ha impresionado su serenidad. Ciertamente 
sufre todas las cosas que han sido dichas por los medios en estos días, pero en 
el fondo de su ánimo está sereno. Es la fuerza del Espíritu Santo que guía su 
vida. Es su fe. La vocación específica de Pedro es sostener la fe de los 
hermanos. He aquí que, en todas las dificultades, en todas las grandes 
perplejidades, él es la columna que sostiene. Puede parecer un poco cansado, 
pero en estos días ha hecho una estupenda síntesis de lo que debe ser la actitud 
de los creyentes, no buscar nunca el poder sino el servicio, hasta el martirio 
si es necesario, siguiendo el ejemplo de Jesús. Y es bellísimo el testimonio de 
este hombre que, humilde, sencillo, modesto, tiene esta fuerza espiritual tan 
intensa, capaz de transmitir paz. 
En pocas palabras, se puede decir que, para 
él, es un modo de ir “más allá”.
Sí, ciertamente. Él deja pasar estas “olas” que 
quisieran sacudir a la Iglesia, esta gran agitación de las aguas, porque sabe 
que el movimiento de fondo va más allá. Me ha ocurrido que reflexionando en 
estos días sobre todo esto, y precisamente durante las jornadas del Consistorio, 
hablando con otros hermanos, he constatado que no había sido el único en tener 
un cierto pensamiento. Que es éste: en todo el agitarse en torno a la 
Iglesia, se puede ver la obra del Maligno en acción. Pero si agita mucho las 
aguas entonces quiere decir que hay vitalidad en la Iglesia, que el Maligno 
quiere contrastar. Y esta vitalidad es la fuerza de la fe, es la vida cristiana 
que se manifiesta en todo el mundo. 
¿Dónde se ve esta vitalidad?
Precisamente hace un tiempo un hermano, que 
viaja mucho, me hablaba de cómo, en todo el mundo, los jóvenes de alguna manera 
han reencontrado el sentido de la adoración eucarística. Estos son realmente 
signos de gran vitalidad, allí está la realidad de la Iglesia: una realidad que 
no debe ser ofuscada por los pecados de los cristianos. Y éste es, en el 
fondo, el misterio de la Iglesia, que es santa y que tiene miembros que son 
pecadores, pero que están llamados a ser santos. Entonces, si es a esto a lo que 
todos estamos llamados, a la santidad, entonces estamos llamados también a dar 
testimonio, a tener una vida coherente con lo que profesamos. El Papa, también 
en estos últimos días, ha citado la palabra de Pablo VI, que decía que nuestra 
época es más sensible a los testigos que a los maestros, y todavía más a los 
maestros que son también testigos. Éste debería ser el programa de todos 
nosotros. De todos los cristianos, pero ciertamente todavía más los que tenemos 
responsabilidades particulares. 
¿Qué ejemplo nos da Benedicto XVI?
Un ejemplo grandísimo, cotidiano. Tiene 85 
años, como dije antes a veces se lo ve cansado, y esto es totalmente normal; las 
falsas novelas que se han oído dando vueltas, también sobre esto, ciertamente lo 
hacen estar mal… Sin embargo, nosotros vemos cómo, a su edad, logra hacer cosas 
extraordinarias: lo hemos visto en Madrid, o en Alemania, donde nos ha recordado 
que las estructuras más bellas, si están vacías de fe, no valen nada. Lo hemos 
visto cuando ha ido a Rebibbia. Y dentro de poco irá a México y a Cuba. Sus 
catequesis de los miércoles son extraordinarias. Debemos mirar estas cosas. Que 
él hace siempre con esta idea-clave, que el problema fundamental, especialmente 
de Europa y de Occidente, es la necesidad de la re-evangelización, a causa de la 
pérdida de la fe. Esta es la línea fuerte de su pontificado, esta invitación 
a volver a mirar al amor de Jesús, a la Eucaristía, a los temas centrales de la 
fe cristiana. Y el Papa habla de esto, porque esto es lo que interesa al 
mundo. 
Avvenire
La Buhardilla de Jerónimo

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