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sexta-feira, 17 de agosto de 2012

Crisis de fe en la Iglesia de Alemania: “Sin asimilación del Catecismo, la fe se desvanece”

 
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Presentamos algunos extractos de un artículo de Andrea Galli, publicado en Avvenire, sobre la compleja realidad de la Iglesia en Alemania, en vísperas del Año de la Fe convocado por el Santo Padre, junto con la entrevista a Mons. Willhelm Inkamp, sacerdote alemán, historiador de la Iglesia y consultor de las Congregaciones para las Causas de los Santos y para el Culto Divino. Como rector del santuario bávaro de Maria Vesperbild, Mons. Inkamp se destaca por su empeño en promover la visión litúrgica del Papa Benedicto XVI. Es, además, un observador autorizado de la compleja situación del catolicismo alemán.
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El Año de la Fe visto y vivido por la Iglesia alemana será un año especial. No sólo es alemán el Papa que lo ha convocado, y alemán el nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, caso único en la historia. Alemania misma, con todo su peso, es un caso ejemplar de la secularización que ha investido brutalmente a Europa, y no sólo del norte.
 
Durante este pontificado no han faltado las agitaciones, advertidas hasta en Roma. Como el memorándum firmado por un grupo de 143 exponentes de diversas facultades de teología que, partiendo del escándalo de los abusos sexuales cometidos en algunas estructuras eclesiales, han propuesto un nuevo comienzo para la Iglesia alemana bajo la bandera de una ruptura: entre otras cosas, con el magisterio en el campo de la ética sexual, con la estructura jerárquica de la Iglesia misma, con el celibato sacerdotal.
 
Pero también en la Carta sobre la remisión de la excomunión a los cuatro obispos lefebristas – aquella en que Benedicto XVI recordó que “en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento” – alguno ha visto una referencia a ambientes y personalidades del catolicismo alemán en estas dramáticas palabras: “Me ha entristecido el hecho de que también católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado que debían herirme con una hostilidad dispuesta al ataque”.
 
Precisamente en Alemania, de hecho, a pesar de que la presencia de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X es bastante menor que en Francia, el intento de superar el cisma realizado por Lefebvre ha desencadenado reacciones polémicas.
 
A una comunidad eclesial gloriosa y compleja, atravesada todavía por instancias de renovación traumática y por tensiones que se remontan a los años `60 y `70, pero que al mismo tiempo ha dado a la Iglesia universal un Pontífice y uno de los mayores teólogos contemporáneos, a una Iglesia que ha visto una erosión constante de las vocaciones y del mismo número de fieles (150 los nuevos seminaristas registrados en el 2011, 100.000 los católicos menos cada año a partir del 2000), pero que continúa teniendo un gran impulso caritativo (450 millones de euros donados para proyectos de caridad y misioneros en los cinco continentes), Benedicto XVI ha indicado en persona las directivas para vivir el Año de la Fe.
 
Lo ha hecho en su viaje apostólico a Alemania en septiembre del año pasado y en los discursos que ha pronunciado. En uno en particular, al Consejo del Comité central de los católicos, ha querido tocar un punto difícil. La Iglesia alemana está “organizada de manera óptima pero – preguntó Ratzinger –, detrás de las estructuras, ¿hay una fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en el Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu”.
 
El sentido teutónico del orden y la organización ha hecho de las 27 diócesis, de las curias y de su aparato máquinas eficientísimas e imponentes. Con un millón y medio de empleados, la Iglesia católica y la evangélica son juntas el segundo dador de trabajo en Alemania después de la administración pública. La Iglesia católica da trabajo en particular a cerca de 650 mil personas, de las cuales 500 mil empeñadas en la Caritas. Por esta desproporción entre aparato y fe auténticamente vivida – que concierne también al mundo de la teología, de la que Alemania continúa siendo una reserva de primordial importancia para autores, publicaciones y facultades -, así como por el riesgo de prestar excesiva atención a cuestiones en el fondo secundarias, ha venido la advertencia del Papa: “Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz”.

Entrevista a Mons. Willhelm Inkamp
 
De entre los posibles frutos del inminente Año de la Fe, ¿de cuáles tiene más necesidad la Iglesia alemana?
 
Es necesaria una verdadera recepción del Catecismo de la Iglesia Católica, que debe convertirse en un fundamento vinculante para la transmisión de los contenidos de la fe. Esto vale para la preparación a los sacramentos, para el plan de formación y para los programas didácticos de los profesores de religión, obviamente hasta la preparación de los sacerdotes.
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Usted es el rector de un santuario muy famoso, signo de un amor secular del catolicismo alemán por la Virgen. ¿Este amor existe todavía o la importancia de María debe ser redescubierta?
 
Incluso sólo el título de “Mater Ecclesiae” muestra la importancia que la Virgen María tiene para este Año de la Fe. Ella es la “Puerta de la fe” y, por eso, también la “Puerta del Cielo”. En el santuario de Maria Vesperbild florece y arde el amor por la Madre de Dios. Y la piedad popular tendrá un significado especial en el Año de la Fe.
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Una actitud de contestación al Magisterio y un cierto espíritu anti-romano sobreviven en las Iglesias de lengua alemana, a pesar de que se han revelado estériles y en el post-Concilio han desertificado muchas comunidades cristianas. ¿Por qué resisten todavía?
 
Respecto al sentimiento anti-romano, Hans Urs Von Baltashar ya ha dicho todo lo que había para decir. Lamentablemente esto es un continuum en la historia de la Iglesia alemana. Para decirlo de un modo un poco fuerte, Febronio (NdR: 1701-1790, canonista alemán que negaba al Papa el derecho de pronunciarse sobre la conducta de las Iglesias nacionales) vive todavía, y muchos teólogos alemanes nunca han ido más allá del Concilio de Pistoya (NdR: 1786, condenado por el Papa Pío VI, se propuso una reforma de la Iglesia en sentido jansenista). El sentimiento anti-romano es, en el fondo, un resto del siglo XVIII.
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¿Por qué la Iglesia y la misma fe resultan tan poco convincentes a muchos jóvenes?
 
El aparato eclesial, con su complicado sistema de comisiones y de consejos, no es percibido en su grandeza espiritual sino como un simple ente de derecho público que se esfuerza en todos los aspectos por tener relevancia social. Pero los efectos a largo plazo, por ejemplo de las Jornadas Mundiales de la Juventud o de los nuevos movimientos eclesiales, podrían cambiar las cosas.
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Es típico hoy que a sacerdotes y personalidades de la Iglesia se les pida pronunciarse sobre cualquier tema que concierne a la vida social: ecología, trabajo, derechos humanos… Está quien sostiene que sería mejor concentrarse en los contenidos de la fe, dejando de lado el resto. ¿Usted qué piensa de eso?
Estoy plenamente de acuerdo. Sin la asimilación del Catecismo, de la que hablaba antes, la fe se evapora, se desvanece. También aquí, sin embargo, existe la esperanza de una corrección, por ejemplo con proyectos como el Youcat (NdR: el Catecismo de los jóvenes difundido en la JMJ de Madrid).
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La fe se expresa también a través de signos: ¿cuáles deberían redescubrirse?

Se necesita una especial introducción a los sacramentales. La piedad popular conoce bien su profundo significado, son un tesoro para redescubrir y para ofrecer nuevamente. Me parece que es urgente una pastoral que piense cómo lograrlo.
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Fuente: Avvenire
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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